● Por: María José Bazo, presidenta del Clúster para Centroamérica Schneider Electric.

San José, Costa Rica. 21 de octubre de 2025. Este 21 de octubre, Día Mundial del Ahorro Energético, invita a reflexionar sobre esta cuarta transición energética que estamos atravesando, un cambio fundamental impulsado por la urgente necesidad de mitigar el cambio climático. Esto implica mucho más que sustituir un combustible por otro; además de desarrollar nueva capacidad de generación renovable, la transición energética requiere una transformación radical de los sectores energéticos. Incluye, por ejemplo, la electrificación del transporte, la climatización, el desarrollo de nuevos transportes de energía verde, como el hidrógeno verde, y el uso masivo de sistemas de almacenamiento de energía.
Sin embargo, esta revolución, conocida como la ‘transición verde’, enfrenta barreras complejas, como la dificultad de integrar grandes volúmenes de energía variable en nuestras viejas redes. Esto puede lograrse al reducir los costos operativos y de mantenimiento de las instalaciones y redes generadoras, aumentar la eficiencia, disminuir el número de accidentes y horas de inactividad y ampliar la vida útil de los equipos. Aquí es donde entra en juego la herramienta más poderosa de la que disponemos en la actualidad: la digitalización.
Además, la digitalización habilita mantenimiento predictivo en equipos críticos, desde climatización y motores hasta inversores, baterías y UPS. Al tenerlos conectados, los sensores y la analítica detectan desviaciones (vibración, temperatura, armónicos, fugas) antes de que se conviertan en fallas. Evitar paradas y operar en el punto óptimo reduce consumo y costos; cuando un equipo falla o trabaja forzado, aumenta el gasto energético y, en muchos casos, se encienden generadores diésel o se multiplica la ineficiencia, lo que termina en más CO₂. Por eso, digitalizar no solo integra renovables: también previene fallas, acorta tiempos de reparación y baja la huella.
De acuerdo con organismos internacionales como la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), la digitalización, junto con la electrificación y la descentralización, son las tres tendencias clave para un mundo energético más sostenible. Si el cambio hacia energías limpias es la meta, la tecnología digital es el motor que permite avanzar con velocidad y precisión.
“El sector energético necesita urgentemente descarbonizarse y brindar mayor accesibilidad a los millones de personas que aún carecen de acceso a servicios energéticos modernos, especialmente en comunidades de bajos ingresos”, señala el Programa Ambiental de Naciones Unidas. La digitalización se vuelve entonces crucial para integrar las energías renovables en los sistemas eléctricos, mejorar la fiabilidad de las redes eléctricas y disminuir el costo del acceso a la electricidad.
El sector energético del futuro será más limpio, pero también será más complejo. Las tecnologías digitales crean oportunidades para gestionar los desafíos de una transición hacia una energía limpia, como la dificultad de integrar grandes volúmenes de generación variable en la red y gestionar redes distribuidas. La introducción de las fuentes de energía renovables y la transición energética están impulsando la electrificación y provocando un aumento significativo de la complejidad de los sistemas de energía eléctrica, en los que están surgiendo nuevos actores, y una gran cantidad de electrodomésticos, equipos y fuentes de generación de electricidad diferentes, así como nuevos modelos de negocio.
Cada vez es más difícil controlar estos sistemas en modo manual, lo que hace imprescindible pasar de un sistema centralizado, controlado por unas pocas grandes empresas, a uno descentralizado, donde los «prosumidores» (hogares que producen y consumen su propia energía, por ejemplo, con paneles solares) se conviertan en protagonistas clave.
Para coordinar millones de puntos de consumo y generación, la digitalización aporta tres tecnologías esenciales que actúan como el cerebro y el sistema nervioso del nuevo sistema: Internet de la Cosas (IoT), Inteligencia Artificial (IA) y Blockchain. Pasemos a ver qué aporta cada una de ellas.
Si pensamos en millones de sensores y componentes interconectados en tiempo real, la IoT es la solución que permite integrar todos los dispositivos, desde parques eólicos hasta vehículos eléctricos, y gestionar la demanda y la oferta en tiempo real. Esto mejora la capacidad de la red para equilibrar las fluctuaciones inherentes a la energía solar o eólica.
Por otro lado, la IA procesa grandes volúmenes de datos (Big Data) generados por la IoT, la inteligencia artificial para predecir la demanda de energía y los patrones climáticos con una precisión sin precedentes, optimizando la generación y los sistemas de almacenamiento. En última instancia, la IA tomará decisiones automatizadas, aumentando la seguridad y la estabilidad de las redes.
En este contexto, la tecnología blockchain (Confianza Descentralizada) tiene el potencial de facilitar la creación de plataformas que funcionan sin intermediarios. Es ella la que permite que los pequeños productores de energía (nuestro vecino con paneles solares, por caso) realicen transacciones directas con otros participantes, reduciendo los costos y aumentando la seguridad a través de «contratos inteligentes». Esto impulsa la descentralización y la adopción masiva de energías renovables distribuidas.
Los análisis empíricos confirman la promesa: la transición energética contribuye sustancialmente a la sostenibilidad ambiental al reducir las emisiones de dióxido de carbono. Y la digitalización juega un papel crucial y sustancial como moderadora, potenciando la eficiencia energética y mejorando la capacidad de las estrategias de transición para reducir las emisiones.
Sin embargo, el potencial de la digitalización aún no se ha desbloqueado completamente. El gran desafío no es solo tecnológico, sino cultural y estratégico. Muchas empresas energéticas tradicionales, históricamente dominadas por activos físicos, enfrentan una inercia difícil de superar. Tienden a favorecer proyectos grandes y complejos, lo que choca con la velocidad y flexibilidad que exigen las nuevas tecnologías digitales. En muchos casos, los esfuerzos de digitalización se limitan a la automatización industrial convencional con el único fin de reducir costos, sin impulsar la transformación estructural necesaria para la transición verde.
Además, un sistema energético altamente digitalizado presenta riesgos. La seguridad de los datos, la privacidad y la protección contra ciberataques son problemas serios que deben abordarse con urgencia.
El futuro de nuestra energía es digital y descentralizado, pero este futuro no llegará por sí solo. El éxito depende de que los líderes y los gobiernos adopten una estrategia holística. En primer lugar, nos referimos a una inversión dirigida, que debe fomentar el desarrollo y la integración de tecnologías digitales clave para optimizar la gestión energética. Al mismo tiempo, hay que prestar atención a las disparidades, puesto que la efectividad de la digitalización varía regionalmente, y esto pone en evidencia la necesidad de invertir en infraestructura digital en todas las regiones para que nadie se quede atrás. Los beneficios de la digitalización deben ir más allá de la mera automatización. Las políticas deben exigir y facilitar la reestructuración completa del sistema energético para que sea inherentemente más amigable con las fuentes renovables.
La digitalización no es un lujo, es una necesidad para que el mundo cumpla sus objetivos ambientales. Es la clave para gestionar la complejidad, mejorar la eficiencia y, lo más importante, asegurar que la energía limpia, segura y sostenible sea una realidad para todas las personas. El momento de encender esa chispa digital es ahora.





