- Factores sociales como la pobreza, la discriminación y la violencia aumentan la vulnerabilidad emocional.
- El suicidio no distingue edad, género ni condición: un reto de salud pública y de toda la sociedad.

San José, setiembre 2025. En lo que va del 2025, Costa Rica ha registrado 2.493 intentos de suicidio, de los cuales 1.619 corresponden a mujeres y 874 a hombres, según datos del Ministerio de Salud. Estas cifras encienden una alerta nacional y ponen sobre la mesa la urgencia de identificar a tiempo las señales invisibles que suelen preceder a una crisis.
Especialistas en Trabajo Social advierten que estos indicadores emocionales y conductuales suelen ser sutiles y confundirse con el estrés cotidiano, lo que dificulta su detección. En este contexto, y en el marco del Mes de Prevención del Suicidio, se insiste en que reconocer estas señales y actuar a tiempo puede salvar vidas.
Los intentos y fallecimientos por suicidio no ocurren de manera repentina. En la mayoría de los casos, existen señales previas que pasan inadvertidas para las familias, amistades, docentes o compañeros de trabajo. Entre ellas se encuentran:
- Cambios drásticos en los hábitos de sueño o alimentación.
- Aislamiento social o pérdida de interés en actividades habituales.
- Expresiones de desesperanza o comentarios relacionados con la muerte.
- Dificultades para concentrarse o bajo rendimiento académico o laboral.
- Alteraciones emocionales persistentes como irritabilidad o apatía.
- Conductas de riesgo o consumo incrementado de alcohol y drogas.
“La prevención del suicidio inicia con la capacidad de mirar más allá de lo evidente. Estos signos, aunque parezcan sutiles, pueden reflejar un estado de vulnerabilidad emocional que necesita ser acompañado con empatía y atención temprana”, explicó la MSc. Paulina Molina, directora de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Libre de Costa Rica (ULICORI).
Según la experta, el suicidio no puede entenderse solo como una experiencia individual. Es un fenómeno social que interpela a toda la sociedad y se alimenta de factores estructurales. En una sociedad globalizada, los estándares de éxito, juventud y perfección generan frustración en quienes no logran alcanzarlos. Al mismo tiempo, desigualdades, discriminación, violencia y falta de acceso a servicios básicos incrementan el riesgo de depresión y suicidio.
“Desde ULICORI impulsamos la sensibilización y el análisis crítico de los factores sociales vinculados al suicidio, porque entendemos que la educación superior es un motor de cambio para transformar realidades y reducir riesgos”, agregó Molina.
En el 2024, el país registró 366 muertes por suicidio (297 hombres y 69 mujeres). El diagnóstico para la formulación de la Política Nacional de Salud Mental 2024-2034 confirma que este aumento se observa en todas las regiones del país.
El suicidio no distingue edad, género, condición socioeconómica ni lugar de residencia. Reconocerlo como un fenómeno social exige romper estigmas, crear espacios de escucha y acompañar desde el cuidado colectivo. Muchas señales se ocultan tras sonrisas, una aparente normalidad o conductas de enmascaramiento que requieren una mirada más atenta. “Hacemos un llamado a la conciencia y a la sensibilización colectiva. Porque sostener la vida, acompañar el dolor y abrir caminos de esperanza es, también, una forma de transformar nuestra sociedad”, concluyó Molina.
Durante este mes, la invitación es a informarse, derribar mitos y promover una cultura de cuidado mutuo, en la que cada persona pueda convertirse en agente de prevención. Buscar ayuda no es signo de debilidad, sino de valentía. En Costa Rica, se puede acudir al 9-1-1 o a la línea 2271-3101 (Aquí Estoy), además de grupos de apoyo y acompañamiento emocional. Promover hábitos saludables y entornos empáticos es una forma concreta de cuidar la vida. Puede conocer más del tema en el sitio web ulicori.ac.cr.