El pasado 7 de diciembre, día de San Ambrosio, cumplió años Paulina Peralta. Vivía yo en Quepos y en Las Estrellas se Reúnen, de canal 7, en blanco y negro, veía a Paulina Peralta bailar con sus alumnas vestidas todas con sus alegres vestidos de lunares. Desde entonces conservo aquellas imágenes en mis mejores recuerdos de infancia y gracias a ella —que nunca ha dejado de bailar—, las llevo por siempre en mi corazón. Cuando la conocí, cuando la vi de carne y hueso, no podía creer que aquella guapa señora, fuera la misma que veía en el programa de Santiago Ferrando e Inés Sánchez de Revuelta. Fue bautizada como Paulina nombre latino que significa “la de pequeña estatura”; cierto: es menuda, pero hermosa, con unos ojotes claros y profundos; tiene la fortaleza de un gigante y la fuerza para bailar sin parar. Como dijo el poeta Camilo es maestra de flamenco, pero en otra vida fue reina. Tiene el garbo, la luz, la pinta, la nobleza, ingredientes básicos del flamenco. Fundó su escuela en 1960 y desde entonces da clases todos los días y realiza presentaciones por nuestra tierra bendita. Hace dos décadas se abrazó para siempre al flamenco, porque supo que era su pasión infinita. Paulina Peralta ha hecho de su pasión una vocación. Ella misma es el flamenco que tiene en su piel, que corre por sus venas y que late en su generoso corazón. Bendita la hora en que vio la luz este palo de mujer entregada toda una vida, con fuerza y pasión, a bailar y bailar para agradar.
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