Último repaso farandulero del año

Dic 25, 2020 | Espectáculos

Rogelio Benavides / Editor/ beanpresa@hotmail.com

Un saludo efusivo para todos los sobrinos que celebran su cumpleaños en estos días finales del 2020. El primero es el empresario Miguel Rosenfeld, quien cumple años el 25 de diciembre; en esta fecha también cumplen el periodista Javier Ovares y el actor Gary Centeno. Estarán de fiesta el empresario Jorge Souki Meinhard (cumple el 26), la cantante María Fernanda León (26), Jessica Soto, de BAC Credomatic (26), María Fernanda Molina Barrera, de café Momo (26), el productor de televisión y maestro parrillero Hebert Durán (27), la empresaria propietaria del restaurante Estación Atocha Don Bosco María José Guzmán (27), Cindy Esquivel Elizondo (28), Marina Guzmán Fonseca (28), la empresaria Melba Vega Vasquez (28), la periodista Ana Lucía Vega (29), la productora de televisión Gloriana Sanabria (29), la periodista Lucelena Soto Esquivel (29) y el camarógrafo de Canal 7 Manuel Obregón (29). Un abrazo fraternal para todos.

“Chino” Moreno nació en Nochebuena

Esta Nochebuena celebró su natalicio Alfredo Moreno. Sí: fue un 24 de diciembre cuando comenzó su fructífera existencia. Conocido desde siempre como Chino Moreno, no es ni chino ni moreno, pero sí muy bueno. Este buen hombre ya suma siete décadas entregadas a servir a los demás, a dar lo mejor de sus esfuerzos a su país, a su gente y a la alegría, tan necesaria en estas épocas de incertidumbre.

Alfredo Moreno nació para hacer el bien, sin mirar a quien, pero no para vivir desvelado por las cosas materiales. Lo suyo es más espiritual, más sensorial. Es un emprendedor y un soñador. Alfredo es un apóstol de la música bien hecha. Ama el jazz y la música clásica, no sabe bailar, pero sabe observar y disfrutar la buena literatura. Interesado también en la música popular fundó el grupo Manantial, que de inmediato empezó a sumar éxitos con sus baladas, pero seguía con la inquietud de hacer cosas nuevas de crear algo que todos pudieran disfrutar y…bailar. Fue en 1978 cuando fundó el grupo La Banda (con Ricardo Sáenz y Marcos Monge), mismo año en que triunfó su versión para La Avispa. Creador innegable del llamado ritmo “chiqui chiqui”, con el que aprendimos a cantar, leer, bailar y marchar, no hay duda que ha hecho un significativo aporte a la música contemporánea de Costa Rica. Fue aquella una época muy bonita para la música. Los conciertos con los grupos nacionales eran verdaderos llenazos, en los salones y en los gimnasios de todo el país se cantaba y se bailaba, mientras los grupos interpretaban los éxitos que también se difundían en los programas de televisión. Este señor cambió la forma de disfrutar de todo un país que siempre quiere ser más feliz. Antes de su decidida incursión en la industria musical, había grandes orquestas y grupos de música pop juvenil, entonces, él mezcló aquellos con los ritmos tropicales como el merengue, la salsa y la cumbia. Nació el chiqui chiqui gracias a muchas horas dedicadas al estudio del comportamiento de sus coterráneos: cómo bailábamos, cómo marchábamos en los desfiles escolares (izquier, dos, tres, cuatro, izquier…), cómo hablábamos y cómo leíamos. Este baterista convirtió sus observaciones en música bailable, en un ritmo que nos marcó y nos sigue marcando. Entonces surgieron grupos dedicados a este tipo de música que marcaron toda una época, en especial la de los 70 y 80. Después de La Avispa vinieron La Pastilla del Amor, Julieta, El Pipirabao, El Cangrejo, El Criticón y muchas más que se convirtieron en clásicos del chiqui-chiqui y del Canchis, Canchis.

El Chino Moreno recicló el sonido de Costa Rica, gracias a que siempre ha sido un visionario. Su afición a la música y su trabajo en la radio le permitió conocer el gusto de la gente. Entonces, ya en Titania (su eterna compañera) se convirtió en exitoso programador de radio y en toda una autoridad en la radiodifusión costarricense. Elegir los temas que pueden gustar a los oyentes es el trabajo que sigue haciendo desde la Cadena Radial Costarricense, casa de 94,7 que fue primero Metrópoli, capital de la música. En su lista de cosas buenas para el alma nacional está la producción de “Lo daremos todo”, tema que cantó y grabó la Selección Nacional de Futbol que nos representó en Italia 90. Pasan los años y este himno sigue sonando en la radio, en la televisión y en nuestros corazones. Hay buenas personas y Alfredo Moreno encabeza la lista de los mejores. Lamentablemente los buenos están en vías de extinción y no son reciclables, son de un solo uso. La verdad es que a este Moreno lo deberían de clonar. Si tal cosa sucediera, y hubiera muchos como él, nuestro planeta podría cambiar. A propósito de avispa picadora, Alfredo debería ir por ahí picando a todos y contagiándolos con su virus de bondad. ¡Feliz cumpleaños!

Alfredo Moreno y la periodista Yuri Lorena Jiménez Gómez.

Alma libre y eterna

Dicen que el alma no tiene fronteras ni fecha en el calendario. Hace un año, después del exitoso jolgorio de El Chinamo, Canal 7 difundió una serie de Raymundo Macís, titulada Dicen que el alma. Fue un éxito de audiencia. La saga sorprendió por su contenido, por su realización y por sus mensajes positivos. Pensando en lo que hemos vivido este año con la pandemia y la constante incertidumbre sobre el futuro inmediato, pensamos que hubiera sido buena la oportunidad para repetir aquellos capítulos, con mensajes sobre la hermandad y la solidaridad, tan necesarias y tan escasas en estos tiempos del COVID. Les cuento el cuento porque en estos días de diciembre, he escuchado a varias personas preguntando por aquella serie porque solo se transmitió una vez y no hubo repeticiones ni siquiera en otro horario o en otro canal.

Isidro Elías Con, hijo del gran pintor Isidro Con Wong, subió en sus redes el capítulo dedicado a su padre, para complacer a todos aquellos que no pudieron verlo en su momento y un año después siguen con ganas de disfrutarlo o de repasarlo. En Dicen que el alma, que dedicó sus primeros siete capítulos a personas como Laura Chinchilla, Ignacio Santos, Rafael Ángel Calderón y Gloria Bejarano, Alfredo “El Chino Moreno” y Amelia Valverde; Raymundo promueve actitudes como la honestidad, la solidaridad, la tolerancia y, destaca especialmente la educación, indispensable para salir adelante. Ese sano sentimiento que lo llevó a producir “Dicen que el alma”, difundido en diciembre anterior en Canal 7, es el norte de este buen hombre que sabe que lo más importante que podemos practicar, dar y compartir es amor, sencillamente amor.

“Dicen que el alma” fue exitoso, tuvo buen rating y la gente lo supo apreciar y valorar. Muchos que no pudieron verlo, pidieron que se reprogramara. Otros más insistentes han solicitado que se repita ahora que todos estamos en casa y que dedicamos parte de nuestro tiempo a meditar en la necesidad de reforzar los valores que nos han unido como país. Raymundo, quien es un apasionado de la industria televisiva y de la exaltación de los valores del costarricense, ha puesto todo su empeño como productor ejecutivo y guionista, además es el encargado de la narración, realizada en forma agradable y amena; su voz es acorde con el contenido y a tono con el mágico hilo conductor. De acuerdo con Macís, “cuando dejamos este mundo, únicamente nos llevamos el alma para buscar otros horizontes místicos, una nueva oportunidad de existencia. Dicen que el alma es la esencia de la gente, dicen que el alma es la vida”.

Isidro Con Wong y Raymundo Macís.

Aclaración innecesaria: en La Nación del domingo 20 de diciembre publicaron una nota sobre una mala experiencia que tuvo Pigo Maffioli en un restaurante; me pareció tan buena la crónica, que decidí reproducirla. Aquí se las dejo tal cual salió impresa:

Pigo y su rocambolesco episodio de presión alta:
El cantante, compositor, arreglista, arquitecto y constructor de piscinas Rodrigo “Pigo” Maffioli anda promocionando el disco de villancicos que, como cada año, grabó con su familia. El hombre está feliz y lo han entrevistado en varios programas con el propósito de promocionar esta feliz iniciativa. En esas andaba Pigo, cuando lo llamaron de un restaurante de los andes palomeros de Escazú, y le dijeron que estaban estrenando un menú de tapas —más bien tapitas—, todo un nuevo concepto gastronómico y que lo invitaban para que fuera a degustarlo. Entusiasta, bombeta y pelotero como es, Pigo le pidió a su esposa Patricia Márquez y a sus dos hijas que lo acompañaran para corresponder a tan tentadora y generosa invitación. Ya en el sitio fueron recibidos por la persona que los invitó quien les explicó el nuevo concepto gastronómico que incluía vieiras, pulpo, lomito de conejo caramelizado —¡ay carajo!—, ceviche, canneloni de cangrejo, ossobuco también caramelizado, carpaccio de res y otras exquisiteces al mejor estilo de las nuevas tendencias culinarias.

Dice Pigo que ordenaron una docena de aquel tapeo más unas margaritas y un trío de gintonics, pero las tapas resultaron realmente pequeñas, era como ver, más o menos, una docena de rollos de sushi. Aunque le advirtieron que era una actividad entre amigos de la casa, Pigo se empezó a poner nervioso y, para no jugársela pidió la cuenta, la cual llegó más rápido que ligero. A Pigo casi la da un infarto cuando vio que eran ¢193.725.00 (o $319 para sonar más tuyú), pero no hizo ningún mate, para no preocupar a sus acompañantes y pagó de inmediato sin arrugar la cara, pero con el bolsillo hecho un nudo. Acto seguido regresó el anfitrión y le preguntó qué le había parecido y Pigo, con aire de intelectual italiano, le respondió que era un concepto interesante, pero el interlocutor le aclaró que le estaba preguntando qué le había parecido la cuenta, a lo que nuestro personaje, sin perder la compostura ni la cordura, le dijo: “Nunca me fijo en la cuenta y menos cuando las invitadas son mi esposa y mis hijas”. De inmediato la familia Maffioli Márquez, puso los pies en polvorosa y huyó por la derecha como alma que lleva el diablo.

Hoy aquel mal rato es una divertida anécdota porque Pigo, dueño de un gran sentido del humor, pasó la página y ya repuso los $320 que tenía para comprar la leche y el cereal de las chiquitas y unos tamalitos tolimenses para la doña.

(El Topo, Viva, La Nación 20 de diciembre del 2020).

Después de un trancazo un gustazo: como todo salió mal, calabaza, calabaza, los Maffioli se fueron para la casa.

Año viejo pendejo

Lo he dicho varias veces, este año es mejor olvidarlo, aunque la canción “El año viejo” repita una y otra vez “yo no olvido el año viejo”; tan tacaño ha sido este 2020, que hasta se llevó en agosto a Tony Camargo, quien popularizó el tema. Hay que ser muy pendejo para traernos una peste y dejarnos puros malos recuerdos. El año viejo fue escrita por el colombiano Crescencio Salcedo y grabada por Camargo en 1953. Tony Camargo, murió el pasado 5 de agosto a la edad de 94 años. Nació en Guadalajara el 1º de junio de 1926. Tony también grabó el Negrito del batey. Es suficiente recordar los primeros versos de la canción, para concluir que es mejor cantarla al revés, que es mejor olvidarla. “Yo no olvido al año viejo, porque me ha dejado cosas muy buenas. Me dejó una chiva, una burra negra, una yegua blanca y una buena suegra”. Gracias Año Viejo, no nos llame, nosotros lo llamamos…

Tony Camargo.

Eso es todo, los quiere Tía Zelmira, la que todo lo mira.