· La adolescencia no es un problema que deba resolverse, sino una etapa de la vida que debe vivirse. Los jóvenes no son mini adultos, ni problemas que requieren corrección constante. Son personas en formación, que necesitan guía, límites y, sobre todo, respeto y dignidad.

Los adolescentes ponen a prueba los límites, no porque sean rebeldes por naturaleza, sino porque explorar los límites es parte de cómo descubren quiénes son y cuál es su lugar en el mundo. El papel de los adultos, especialmente padres y docentes, no es controlar cada conducta ni resolverles los problemas, sino brindar un marco de seguridad y confianza donde los errores sean oportunidades de aprendizaje.
En las recientes conferencias brindadas en Lincoln School por la reconocida autora Rosalind Wiseman, ella plantea un modelo educativo y de crianza que combina dos aspectos esenciales: alto apoyo y alta exigencia. En el primero se escucha activamente al menor sin interrumpirlo, se le muestra empatía (“entiendo que estés molesto”), se le brinda un espacio seguro para expresarse y se le hace sentir que no está solo y que tiene a su lado a un adulto de confianza, lo cual les brinda seguridad y herramientas para tomar decisiones saludables.
En el segundo, alta exigencia, se les hace responsables de asumir las consencuencias de sus decisiones, establecer criterios en sus relaciones y enfrentar frustraciones, lo cual les ayuda a desarrollar competencias, autonomía y resiliencia para la vida adulta. “O sea, no se trata de resolverles todos los problemas, sino guiarlos a que ellos los enfrenten. Después que ellos han hablado, se le plantean preguntas que los lleven a reflexionar (¿qué harás si no obtienes lo que quieres?). Además hay que hacerles saber que se espera de ellos esfuerzo, resiliencia y capacidad de manejar la frustración”, explicó Rosalind Wiseman, especialista estadounidense en cultura escolar y liderazgo juvenil, autora del libro Queen Bees & Wannabes, que inspiró la película y el musical Mean Girls, donde se aborda que la presión social, los rumores y la exclusión dañan profundamente a los adolescentes..
La diferencia entre espeto y dignidad
De acuerdo con Wiseman, a la hora de criar hijos, es fundamental diferenciar entre respeto y dignidad. “Muchas veces, cuando pedimos respeto a los niños y adolescentes, en realidad les estamos exigiendo obediencia o sumisión, lo que puede generar desconexión con los adultos y una sensación de injusticia sobre todo, cuando se trata de respetar a alguien que no ha actuado bien y que ha sido abusivo, mientras que la dignidad es inherente al ser humano y tratar a las demás personas con dignidad empodera y eleva la convivencia”, recalcó.
Estrategias para acompañar a los hijos
Cuando los jóvenes se sienten ignorados o constantemente juzgados, se desconectan y buscan pertenencia en otros espacios, a veces en formas destructivas. Por eso es clave escucharlos y apoyarlos.
Algunos consejos de Rosalind Wiseman
· Practique la escucha activa sin interrupciones para no quitarles control de la conversación, porque a veces solo desean ser escuchados.
· Evite esos abrumadores interrogatorios al final del día escolar. Lo adecuado es propiciar espacios tranquilos que favorezcan la comunicación espontánea para que sean ellos los que cuenten.
- Cuando un hijo se queja o expresa molestias de algo o alguien, pregúntele si lo que necesita es desahogarse o recibir un consejo, para ajustarse a su expectativa y no abrumarlo.
- Ante un problema o error cometido por él, no se exhalte, ofrézcale apoyo: “Siento mucho que haya pasado, gracias por confiar en mí. ¿Qué necesitás de mí ahora?”. Eso valida su confianza y los ayuda a expresar lo que realmente requieren del adulto.
- Si el adolescente habla generalidades como “hoy fue un mal día”, no suponga nada, vaya poco a poco preguntándole: “Dame un poco más de detalle porque no quiero hacer suposiciones”. Esa frase abre la puerta para que confíen más y cuenten lo que realmente pasa.
- Si le revela algo que no le había contado antes, no se enoje, más bien dígale: “Debés haber tenido una buena razón para no contarme antes. Me gustaría saberla cuando estés listo”.
- Frente a conflictos escolares o sociales, utilice preguntas que fomenten la reflexión: “¿Me ayudas a comprender cómo llegamos aquí?” o “Si la otra persona estuviera aquí, ¿qué diría?”.
Sobre la exclusión y las amistades
Wiseman también animó a los padres a hablar con sus hijos sobre los costos emocionales de excluir a otros: “¿Qué ganás y qué perdés al hacerlo? ¿Podés confiar en que tu grupo no lo hará con vos algún día?”.
En cuanto a las “malas influencias”, recomienda no enfocarse en señalar al otro niño como problemático, sino ayudar al hijo a definir qué necesita en una amistad y qué no debería aceptar en ella. Asimismo, alertó sobre el daño devastador que se genera cuando son los padres quienes señalan, chismean, difunden rumores o hablan maliciosamente sobre algún niño. Esto debe evitarse a toda costa porque están moldeando a sus hijos.
El papel de la comunidad y los padres
Para Sandra Mora, directora de Bienestar Estudiantil del Lincoln School, este tipo de capacitaciones es fundamental: “Educar a las familias en estos temas es tan importante como educar a los jóvenes. La manera en que los adultos entienden y acompañan a sus hijos tiene un impacto directo en su bienestar y en la salud de toda la comunidad escolar. Por eso, llevamos a cabo un programa integral con docentes, padres, niños y adolescentes”.
Con estas estrategias, los padres pueden fomentar relaciones familiares más saludables, al tiempo que preparan a sus hijos para enfrentar la vida social y académica con autonomía, responsabilidad y confianza, construyendo comunidades escolares más solidarias y respetuosas.





