Trasciende al infinito Inés Sánchez

Abr 7, 2023 | Noticias

Por
Rogelio Benavides
Periodista

Inés Sánchez de Revuelta, dama absoluta de la televisión costarricense, partió al infinito este Viernes Santo, tras dejar un legado trascendental en nuestras vidas y en nuestros corazones. ¿Cómo no recordar su voz, su figura, su encanto y su señorío en Las Estrellas Se Reúnen y en su inagotable Tele Club?

Ella era una Santa, por eso murió el día en que recordamos la pasión y muerte de nuestro Señor.
De pequeño —aquí en Quepos— la sintonizaba en Canal 7, al lado de Santiago Ferrando, presentando a las estrellas. El destino nos unió tiempo después en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Costa Rica; llevábamos clases de Fotografía con un argentino —mostrándote el camino— de apellido Dintini. Ella ponía mucha atención, participaba, hacía las tareas y los trabajos en grupo. Cumplía como todos.

Nació Inés Aleida Sánchez Guarde, en La Habana, Cuba, el 11 de junio del 1931. A San José llegó en 1961, con su esposo Ernesto Revuelta Milán y su hija mayor Inés; aquí nacieron Irene e Ivania, todas con “i” de Inés. Como todos los isleños, los Revuelta Sánchez, venían huyendo de la tiranía, en busca de mejores oportunidades de progreso. Como dijo Luis Aguilé, cuando Inés salió de Cuba, dejó su vida, dejó su amor, dejó enterrado su corazón, pero este siguió latiendo porque esta tierra, vida le dio. Pero, no todo fue fácil, “pasé hambre cuando llegué a Costa Rica”. La única forma de ganar es no tener miedo a perder, y después de dejar todo por el régimen castrista, empezaron de cero en Costa Rica, su nueva patria. Así dio inicio la historia de una mujer considerada la prueba viviente de que la perseverancia y la preparación abren las puertas que otros nos cierran.

“Me gradué en Periodismo y tuve la oportunidad de trabajar como locutora en la estación Mil Diez para narrar los carnavales, después hice una audición como presentadora en CMQ, el canal más importante allá (en Cuba) y así empecé”. “No estábamos de acuerdo con el régimen de Fidel Castro, como periodista no tenía lugar en un país donde no podía expresar mi pensamientos, queríamos irnos para Miami, pero no teníamos visa, unos amigos allá nos esperaban, pero mi esposo insistió en venir aquí y nunca nos arrepentimos”.

Aunque empezó su trayectoria en la radio cubana, donde aprendió locución, y en Costa Rica trabajó para Radio Monumental, luego se fue a la televisión… para siempre.

“Llegamos al viejo aeropuerto, era de noche, estaba lloviendo mucho y un señor nos llevó a la pensión Linda Vista, donde nos dejaron quedarnos unos días sin pagar, pasamos hambre, a veces nos acostábamos sin comer”.

Pasadas penas y penurias, trabajó sin parar, ella lo hacía todo, desde el guión, la producción y la presentación. No dejaba nada al azar. Sin embargo, nunca se sintió vieja. “Todas las edades tienen algo bonito; vivo la que tengo ahora; soy lo que soy y en lo que estoy; me levanto con la misma energía y me acuesto con el mismo cansancio”.

Después del infarto, le perdió el miedo a la muerte. “Si Dios quiso que viviera fue por algo. Salí fortalecida de la clínica, sin miedo. Estuve del otro lado y regresé; Dios me lo dio todo sin darme cuenta. Tele Club e Inés son uno, pero nadie es eterno. El programa es solo mío”. Tele Club era ella y ella era Tele Club.

Cuando le preguntaban la edad, respondía que pusieran lo que quisieran, que le daba igual, porque eso nunca le afectó y cuando salieron los chistes y memes sobre su edad, siguió pensando igual, su meta era trabajar y nunca se detuvo en cuentos.

Desde su llegada, buscó expresarse libremente como periodista. En 1963 estrenó su Tele Club, responsable de muchas satisfacciones: logró dos récords Guinness: el del espacio educativo más largo de la historia (a nivel mundial) y el de la conductora de un programa con más años al aire. Su constancia y su trabajo tesonero, le otorgaron esos reconocimientos y muchos más, así como el cariño permanente de un público agradecido. El 21 de enero del 2002 sufrió un infarto, solo entonces Tele Club se vio interrumpido durante once días, después de los cuales, volvió a sonar el Espantapájaros Azul, tema musical compuesto por el ruso Norbert Ludwig.

Como dijo un autor, la muerte es la única estación segura de un viaje que todos, sin excepción, abordamos. El secreto no está en esa última estación, sino en las estaciones que visitamos a lo largo de nuestra travesía. Inés regresó a la morada divina y lleva consigo el equipaje de una vida plena y la satisfacción de quien ha aprovechado cada uno de sus días.

A sus familiares les dejo un viejo refrán según el cual sólo aquel que ha vivido tiene derecho a morir; la muerte de Inés, aunque llena a sus familiares de dolor y tristeza, también debe recordarles el gran legado a ustedes y al país.

Fuimos afortunados de contar con una mujer tan completa. ¡Cuánto desearíamos —dijo un pensador— guardar la fuente de vida eterna, para poder convivir un tiempo más con mujeres como Inés Sánchez. Cuánto quisiéramos saber el secreto para mantenerlos siempre a nuestro lado.

Pero estamos obligados a ser generosos. Allá también necesitan gente como ella. Doy gracias a la vida por haberme permitido conocer a doña Inés y de ser su amigo.

En la vida caminamos siempre hacia el recuerdo. La memoria es la salvación de los seres humanos, porque de esa forma podemos existir más allá de nuestro tiempo. El tiempo de Inés ha llegado a su final. Eso duele. Por eso, reitero a sus hijas y a sus nietos, mi cariño y mi amistad.

“Nunca podré morirme, mi corazón no lo tengo aquí. Allí me está esperando, me está aguardando que vuelva allí”… Fidel murió y ella nunca pudo volver, aquí dejó su inmenso corazón y una marca profunda, imposible de borrar.