Nota de prensa I redaccion@laesquina506.com
Un viaje emocionante, cargado de adrenalina, a través de unos Estados Unidos fracturados en un futuro no muy lejano y en una situación muy incierta y peligrosa.
ACERCA DE LA PELÍCULA
Sentada en un estacionamiento abandonado entre los ecos de los disparos, Lee, una experimentada fotógrafa de guerra, reflexiona sobre su vida con consternación. “Cada vez que sobrevivía a una zona de guerra, pensaba que estaba enviando una advertencia a casa: no hagas esto”, le cuenta a Sammy, un reportero mayor que ella, en una de las primeras escenas de Guerra Civil. “Pero aquí estamos”.
Son dos generaciones de periodistas sentados a las afueras de la zona de guerra en la que, a pesar de todos sus esfuerzos, su país se ha convertido en una dispositiva de un desenlace jamás imaginado. Guerra Civil surgió de una visión que se materializó desde lejos, cuando Alex Garland, el guionista y director londinense, empezó a considerar las posibilidades de un conflicto brutal que asolaba a un país que no lo veía venir.
Como una especie de forastero desapasionado (en cierto modo Lee es un avatar del propio Garland que observa el rostro rápidamente cambiante del país), Garland creó un tipo de película bélica estadounidense radicalmente nuevo: un thriller de acción propulsivo cuyas claras observaciones sobre el conflicto armado y violento sirven tanto de confrontación con el estado de la nación como de premonición incendiaria.
La película se desarrolla en un futuro cercano en el que Estados Unidos se ha dividido en múltiples facciones envueltas en una guerra civil. Las Fuerzas del Oeste, una alianza armada de estados que se rebelan contra el gobierno federal, están a días de lograr la rendición del capitolio. Con la esperanza de conseguir una entrevista final con el presidente (Nick Offerman), Lee (Kirsten Dunst), una insensible fotógrafa de combate que ha capturado atrocidades y desestabilizaciones en todo el mundo, viaja hacia la Casa Blanca con una pequeña procesión de periodistas, entre los que se encuentra una joven aspirante a fotógrafa llamada Jessie (Cailee Spaeny), de la que a regañadientes se convierte en mentora.
Mientras viajan por el país, la película, que en cierto modo es tanto una road movie como una película de guerra, ofrece una realidad alternativa que, con creciente inquietud, se revela como el tipo de bengala de advertencia que Lee ha lanzado toda su vida. “Esta película me parece una fábula, una fábula con moraleja sobre lo que ocurre cuando las personas no se comunican entre sí”, afirma Dunst. “Cuando nadie se escucha, cuando se silencia a los periodistas, cuando perdemos una verdad compartida”.
La película de Garland imagina, con una intimidad conmovedora y a veces a una escala aterradora, las consecuencias humanas de la pérdida de esta idea de nación compartida. En estos Estados Unidos, cuando el tejido social se ha desgarrado, sólo queda el instinto individual e inagotable de sobrevivir.
“La gente habla de daños colaterales de una guerra: si se libra una guerra en una zona urbanizada, morirán civiles”, afirma Garland con naturalidad. “A menudo se oye a los generales hablar en esos términos de una forma objetivamente correcta. También es cierto que se produce, a una escala más doméstica, una especie de terrible salvajismo”.
La oscura emoción y provocación de la película de Garland es la reutilización radical de las imágenes, herramientas y eufemismos de la guerra moderna –ataques aéreos, objetivos civiles, daños colaterales– en suelo estadounidense. “Eso sucede en cualquier nación que entra en conflicto, ya sea una guerra civil o una guerra con un vecino, así es ahora una guerra”, afirma.
Al igual que las calles inquietantemente vacías de Londres en el guión de Garland para la película de zombis de 2002 que redefinió el género, 28 Days Later, las imágenes familiares e icónicas, desde las calles de Nueva York hasta el capitolio de la nación, aquí se recontextualizan radicalmente por la acción cargada de adrenalina que escenifica. El paisaje estadounidense, yuxtapuesto con el crudo choque de la violencia, de repente se torna surrealista y asombrosamente real a la vez.
“Si dejas que algo se deslice hacia ese estado, debes ser consciente de que así se verá ese estado”, señala Garland. “La famosa frase, si olvidas la historia, estás condenado a repetirla; es importante entender que nadie está exento. Ningún país está exento de ello. Porque no tiene nada que ver con los países, sino con las personas”.
“Cuando estaba leyendo el guión, se produjo un trastorno cognitivo en mi mente”, cuenta Wagner Moura, quien interpreta a Joel, el compañero de Lee en el reportaje. “Las imágenes que estamos acostumbrados a ver a lo lejos y en la televisión son imágenes de lo que está ocurriendo en Estados Unidos; es una locura, es aterrador”.
Las razones de la guerra civil quedan completamente libradas a la interpretación de cada uno; en muchos sentidos, la película de Garland es un test de Rorschach sobre Estados Unidos, que el espectador debe resolver por sí mismo. “Uno mismo va encajando las piezas”, aclara Spaeny. “Tus sentimientos internos sobre por qué o cómo se libraría una guerra como ésta y las grietas que se forman para que se produzca una guerra en Estados Unidos depende de ti”.
Sin embargo, independientemente de las razones, el conflicto en sí, el vasto alcance de la película a medida que la guerra se extiende y se expande por los estados, se siente sorprendentemente real. No se trata de una distopía: es una descripción visceral y vigorizante de cómo es y cómo suena la guerra.
“No creo que estos peligros sean abstractos. Creo que son reales”, afirma Garland. “También creo que los peligros se manifiestan antes de que se produzca una desintegración a gran escala que desemboque en una guerra civil. No hace falta llegar tan lejos para que surjan problemas realmente graves desde el punto de vista existencial. En algunos lugares ya está sucediendo. Hay elementos que no son especulativos”.