San José, Costa Rica. En Costa Rica la época navideña es, para muchos, la más esperada del año por una deliciosa razón: los tamales. A partir del primero de diciembre es inevitable encontrar este icónico platillo típico en la mayoría de los hogares y restaurantes del país a la hora del desayuno, almuerzo o cena, acompañado de un buen café o agua dulce.
El tamal, del náhuatl “tamalli” que significa “envuelto”, es una parte fundamental de las tradiciones y diversidad cultural de Costa Rica y su origen se remonta a la época precolombina.
Los primeros indicios de este platillo se dan en México y norte de Centroamérica y, por intercambio cultural y comercial, llegó al resto de América Latina. Éste era un alimento básico para la población, presente tanto en la vida cotidiana, como en rituales y fiestas; principalmente por sus aportes nutricionales, cómo fuente de energía, ágil almacenamiento y gran facilidad para ser transportado. Su preparación variaba según la actividad festiva y rango social, de hecho, se conocen más de 500 formas de elaboración y técnicas de envoltura.
El tamal navideño, por excelencia, es el tamal de cerdo. En sus orígenes el tamal no llevaba ningún tipo de carne, sin embargo, con la llegada de los españoles surgió una variación en la receta, que incluía el caldo de carne como ingrediente principal para cocinar la masa.
“El tamal ocupa un lugar especial en la mesa de las familias costarricenses. Cada familia en Costa Rica tiene su versión propia del tamal. En lo que todas o la mayoría coincide es que el ingrediente principal es la carne de cerdo, entonces podemos decir que no hay tamal rico sin cerdo. La versatilidad de la carne de cerdo permite que se utilicen muchos cortes para su elaboración. A los productores de carne de cerdo costarricense nos enorgullece que la carne que producimos sea el ingrediente principal de esta tradición que año a año une familias en estas fechas festivas y le invitamos a continuar con la tradición del tamal y, por supuesto, utilizando carne fresca 100% tica”, mencionó Luis Diego Rojas, Presidente de la Cámara Costarricense de Porcicultores.
Los tradicionales tamales navideños son preparados a base de maíz y arroz achiotado, rellenos de diferentes vegetales, tales como garbanzos, chile dulce y zanahoria; así como huevo duro y su característica carne de cerdo. Todos los ingredientes se envuelven en hojas de plátano y se cocinan en agua hirviendo.
Los principales ingredientes que hacen tan especial la preparación de los tamales navideños son la reunión familiar y la alegría. Las famosas “tamaleadas” unen a muchas familias, todas las navidades, para preparar y consumir tamales con la receta familiar; tradición que contribuye a mantener vivo el legado de generación en generación.
En Costa Rica se consumen 196 millones de piñas de tamales durante el mes de diciembre y en un 62% de los hogares se mantiene la tradición de cocinarlos, lo cual reafirma la importancia de la actividad tamalera en el país.
“La carne de cerdo se comienza a utilizar, principalmente, por sus facilidades de producción y por la riqueza proteica que brinda a las personas. Disminuir la cantidad de grasa para la preparación de la masa y utilizar cortes magros, como la posta para el relleno, pueden significar un valioso aporte nutricional de proteínas, vitaminas y minerales, dentro de un delicioso y añorado platillo como lo es el tamal”, comentó Akemi Valencia, Directora de la Unidad de Negocios de Porcicultura de MSD Animal Health en América Central, Caribe y Ecuador (CENCA EC).
La permanencia de la tradición tamalera se debe a que forma parte de nuestra cultura e historia y, a lo largo de tantos años, ha sido la excusa perfecta para reunir familias enteras todas las navidades. A pesar del paso del tiempo y de los cambios alimentarios en la población, la esencia del tamal navideño y el legado que trae consigo lo mantiene como el consentido de los costarricenses en estas épocas festivas.